lunes, 4 de enero de 2010

CAP II. EL SACERDOCIO DE LOS CRISTIANOS. EL APOCAPILSIS.

I

El sacerdocio de los Cristianos.

Cinco pasajes del Nuevo Testamento hacen mención del sacerdocio de todo cristiano. Tres pertenecen al Apocalipsis, dos a la Primera carta de Pedro.

El “Apocalipsis”

El cántico de los veinticuatro ancianos en honor del Cordero (5,9-10) contiene una descripción poética de la Iglesia, en el lenguaje simbólico propio del libro: “Tú mereces coger el rollo y soltar sus sellos, porque fuiste degollado y con tu sangre adquiriste para Dios hombres de toda raza, lengua, pueblo y nación; hiciste de ellos linaje real y sacerdotes de nuestro Dios. Ellos serán reyes en la tierra” (Ap 5,9-10).

Según este pasaje, la Iglesia es el fruto del sacrificio de Cristo, “que fue inmolado y con su sangre rescató para Dios hombres de toda raza, lengua, pueblo y nación”. Se presenta, pues, la obra de Cristo como una liberación del hombre, esclavo antes y por ende alejado de Dios. Cristo rompe la antigua servidumbre y coloca al hombre bajo el señorío de Dios. Los rescatados constituyen una comunidad nueva, no limitada por fronteras de raza, lengua o pertenencia política; la Iglesia es un pueblo universal.

A esos hombres ha concedido una dignidad extraordinaria: “Los ha hecho linaje real para que sean sacerdotes de Dios”; bajo el símbolo del linaje real puede adivinarse lo que san Juan llama ser “hijos de Dios”, “haber nacido de Dios” (Jn 1,12-13); san Pablo, “la filiación adoptiva”, “la adopción de hijos” (Gál 4,5), y la Segunda carta de San Pedro, en términos más abstractos, “la participación de la naturaleza divina” (1,4). Estos miembros de la estirpe divina serán los sacerdotes de Dios, en especial relación de presencia con él y encargados de darle culto. Además, “serán reyes en la tierra”, es decir, estarán unidos a Cristo señor en su gloria futura y, durante el tiempo de la Iglesia, en la obra de su reino.

La misma imagen y el mismo lenguaje aparecen en Ap 1,5-6:

“Al que nos ama y con su sangre nos rescató de nuestros pecados,
al que nos hizo linaje real y sacerdotes de su Dios y Padre,
a él la gloria y el poder por los siglos de los siglos, amén”.

La liberación es la obra del amor de Cristo por los hombres; gracias a su sacrificio, los liberados son ahora linaje y sacerdotes de Dios. Como en el texto anterior, el sacerdocio de los fieles es consecuencia del acto sacerdotal de Cristo, que derrama su sangre por los pecados de los hombres. El texto no considera la universalidad de la vocación cristiana, pero especifica ser el pecado la cautividad de que Cristo desata.

El sentido del tercer pasaje (Ap 20,6) depende de la debatida interpretación del milenio: “Dichoso y santo aquél a quien toca en suerte la primera resurrección; sobre ellos la segunda muerte no tiene poder. Serán sacerdotes de Dios y de Cristo y serán reyes con él los mil años”.

Hallamos las dos notas: sacerdocio y reino. El primero se amplía al servicio de Dios y de Cristo; el reino aparece en su ejercicio, sin alusión al linaje real indicado en los pasajes anteriores. Si los mil años se refieren al tiempo entre la resurrección y la segunda venida, confirmaría los textos anteriores.

Según el Apocalipsis, por tanto, la redención es un acto sacerdotal de Cristo, que con su sacrificio libera a los hombres de la cautividad del pecado y os constituye en estirpe y sacerdotes de Dios. Si identificamos el “linaje real” con el ser “hijos de Dios”, podríamos concluir que Cristo, el Hijo de Dios, el Sacerdote eterno, comunica a todos los hombres de toda tribu, raza, pueblo y nación el ser hijos y sacerdotes, después de haber curado la alienación que los tenía separados de Dios.

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