jueves, 3 de diciembre de 2009

CAP.I.2. El prójimo.

Cap. II. 2
El prójimo.

Precisamente en la narración o parábola del samaritano explica el Señor a quiénes se extiende la ayuda. Examinemos el pasaje.

Con intención de ponerlo a prueba, se acerca un jurista a Jesús y le pregunta: “Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?” (Lc 10,25). Como siendo jurista debería saberlo, Jesús le rebota la pregunta: “¿Qué está escrito en la ley?, ¿qué es eso que recitas?”. El otro, cogido, contesta lo que todo judío sabía de memoria: “Amarás al Señor tu Dios… y a tu prójimo como a ti mismo”. Jesús lo aprueba: “Bien contestado; haz eso y tendrás vida”.

Comprendió el jurista que había quedado mal, pues había hallado él mismo la respuesta. Para justificar su pregunta, recurre a la casuística: “Y quién es mi prójimo?

Antes de continuar, recordemos que los términos “prójimo” y “próximo” son equivalentes; “prójimo” es la forma adoptada para sustantivar el adjetivo “próximo”. Ambos significan “cercano”, y como la cercanía es una relación, depende de las dos personas. El jurista interpreta prójimo en sentido estático, tomándose como centro y mirando en derredor para descubrir la proximidad ajena. En fin de cuentas preguntaba: “Aquí estoy yo, ¿quién me está cercano?”.

El Señor emprende la narración, terminándola con otra pregunta: “¿Qué te parece?, ¿cuál de estos tres se hizo prójimo del que cayó en manos de los bandidos?”. El jurista había preguntado “quién es mi prójimo, quién me está cercano”. Jesús le cambia el verbo, “quién se hizo prójimo, quién se acercó”. Prójimo pasa del sentido estático al dinámico: para estar cerca de otro no hay que esperar a que él se aproxime, se acerca uno. Todo hombre, y especialmente el cristiano, tiene que acercarse al que lo necesite. No le está permitido dar rodeos y pasar de largo.

Tal debe ser la actitud de la Iglesia en el mundo. Su programa de acción no se última en la oficina, tiene que estar a la escucha: donde oiga el quejido, está su prójimo esperándola.

Todo lo que favorece la paz entre los hombres, en el sentido pleno de paz, es objeto de su interés y sus afanes, todo obstáculo a la paz reclama pico y pala. La Iglesia no puede recluirse en sacristías ni desentenderse de los problemas de la sociedad en que vive. El cristianismo no es una religión dedicada a custodiar santuarios ni un grupo espiritualista que se evade del mundo. Es una misión, un movimiento que Dios puso en marcha por medio de Cristo, con una visión del reino futuro y un propósito bien definido: vencer el mal, cualquier mal, a fuerza de bien (Rom 12,21). Es un dinamismo que viene de Dios y lleva a él, no una religión estática como muchos la conciben.

No hay comentarios:

Publicar un comentario