Cap II.
La Iglesia.
Esta realidad luminosa y compleja, la unión de los hombres gracias a Cristo, el mundo de hermanos hijos de un mismo Padre, se llama en los evangelios el reino de Dios, proclamado e inaugurado por Jesucristo, que es su polo magnético: “Cuando me levanten sobre la tierra, tiraré de todos hacia mí” (Jn 12,32).
Síntomas del reino de Dios son “la salvación, la paz y la alegría que da el Espíritu Santo” (Rom 14,17), y si hay en el mundo un cuerpo privilegiado que deba manifestarlos, es la Iglesia.
La Iglesia es el grupo de hombres, reconciliados entre sí y con Dios, que creen en Jesús el Mesías ( 1 Jn 5,1), el Hijo de Dios (1 Jn 5,5), e impulsados por el Espíritu quieren acompañarlo en su labor salvadora, en la realización del reino de Dios en la tierra. Es el grupo de colaboradores de Dios (1 Tes 3,2; 1 Cor 3,9), que llevan el mensaje de la reconciliación (2 Cor 5,19), embajadores de Cristo por medio de los cuales exhorta al mundo a dejarse reconciliar.
Lo mismo que Cristo no vivió para sí, sino para todos los hombres, tampoco la Iglesia vive para sí misma, sino para el resto de la humanidad. Tres aspectos debemos considerar en la Iglesia: su ser, su quehacer, su decir.
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