Cap.I.I.4
El mundo.
Dios amó al mundo, pero el mundo no se lo agradece; es más, no puede tolerar ese amor y mata al Hijo único. Cristo ofrece su vida para salvarlo y envía emisarios para continuar su obra. El amor de Dios no ceja; pero el mundo tampoco, sigue rechazando y persiguiendo.
¿Quién es ese mundo? Se nos dice que Dios lo ama (Jn 3,16), pero Cristo no pertenece a él ni ora por él (Jn 17,9). Dios lo creó muy bueno, pero está todo él en poder del Malo (1 Jn 2,15) y necesitan en él la protección del Padre (Jn 17,11).
Si es objeto de amor y de reprobación al mismo tiempo, el mundo ha de tener dos aspectos. Designa en primer lugar a la raza humana, y Dios ama al hombre que hizo a su imagen. Pero al mismo tiempo denota la trama social, no entretejida para la solidaridad, sino anudada con la injusticia.
El mundo significa, por tanto, la humanidad con toda su estructura impregnada de mal, la raza humana ciega, en lucha, desorientada y sin salida. Dios ama a los hombres y quiere sacarlos de esa fosa. Imitando a Dios, el cristiano ha de amarlos también, pero ha de odiar el mal que envenena la relación humana a todos sus niveles.
No hay comentarios:
Publicar un comentario