miércoles, 21 de julio de 2010

3. CONTRASTE.

La fiesta es ciertamente un remanso en el ajetreo de lo diario, pero no un mero tentempié para el trabajo. La caracteriza el contraste con los días laborales, pero no acepta ser su satélite. Interrumpe la actividad utilitaria, y aun la útil; es un arriate de flores en un huerto de verduras. Igual que la fe cristiana se expresa en la misión, pero no se agota en ella y encuentra tiempo para gozar con Dios, la fiesta interrumpe el trabajo del hombre para una actividad más alta, el gozo de la vida. Quien se afana cuidando los naranjos, se sienta después para gustar la fruta. El hilo de la vida es un hacerse, la fiesta son momentos de ser. De cuando en cuando hay que dejar la pala para gozar y explayarse, descargándose de responsabilidades y agobios.

Es una actividad libre y señora, no subordinada a ningún otro fin. Esta condición de la fiesta, su contraste con la vida ordinaria, muestra otra faceta de su fe: afirma que el hombre no ha nacido para la fatiga, por inevitable que ésta sea, sino para el disfrute; no para el regateo, sino para la posesión. Necesita encontrarse alguna vez sentado en una cima, por modesta que sea, sin preocupaciones alpinísticas. La fiesta es el anhelo y la afirmación de una vida plena, feliz, erguida en toda su estatura.

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