domingo, 7 de marzo de 2010

Cap II. SACERDOCIO Y SEGREGACIÓN.

La Carta a los Hebreos, por su parte, afirma netamente el sacerdocio de Cristo. Veremos poco a poco el sentido que da el autor a su aserto.

El primer hecho que contrasta con la concepción común del sacerdocio en la historia de las religiones es que Cristo no se muestra como un segregado, que por el hecho de su sacerdocio no se erige en casta aparte ni la funda entre sus seguidores.

El sacerdote judío pertenecía a una casta social bien determinada. La separación se basaba en el linaje. Pertenecían al clero los miembros de la tribu de Leví; sacerdotes eran los descendientes de Aarón por la estirpe de Sadoc (Éx 29,29-30).

La separación entre pueblo y clero quedaba establecida por el acto de la consagración. En Éx 28 se describe con todo detalle el vestido del gran sacerdote: pectoral, efod, manto, túnica bordada, turbante y cinturón, todo de materiales preciosos y elaborado por los más hábiles artesanos. El capítulo 29 está dedicado a describir el rito consecratorio de Aarón y sus hijos: había que preparar un ternero y dos casrneros, panes sin levadura, tortas de aceite y galletas de flor de harina. Se prescriben baño y vestición ritual y se dan rúbricas para el sacrificio de los animales y del resto de las ofrendas. Con este ceremonial, cuya realización se describe en Lv 8 y 9, el sacerdote quedaba constituido en persona pública y sacra, consagrada a Yahvé.

En el cumplimiento de su misión, el sacerdote israelita estaba de la parte de Dios; aunque era mediador, le competía más ocuparse del culto y defender los derechos de un Dios que compadecerse del pueblo extraviado. Algunos pasajes del Antiguo Testamento chocan por la crueldad a que llegaron los sacerdotes aarónicos en nombre de Yahvé. Moisés los arengó a castigar al pueblo que había adorado al becerro de oro, "pasando y repasando el campamento de puerta a puerta, matando aunque sea al hermano, al compañero, al pariente, al vecino". Cayeron unos tres mil hombres, y efsta matanza les valió la consagración y la bendición divina (Éx 32,26-29).

En Nm 25 se describe otro acto de idolatría y sus consecuencias. Se hace especial mención de Fineés, que atravesó con una lanza a un israelita y a una prostituta cananea: esto le valió ser proclamado sumo sacerdote (Eclo 45,23-26).

El sacerdote del Antiguo Testamento era, pues, miembro de una casta, separada del resto de la comunidad por tres divisorias: la sangre o pertenencia a un linaje especial; la consagración, conferida con ritos peculiares, y la misión, más preocupada de salvaguardar los derechos de Dios que de procurar la salvación del hombre.

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