miércoles, 3 de marzo de 2010

Cap II, Vocabulario cultual aplicada a Cristo.

La penetración teológica de san Pablo, sin embargo, no podía dejar de vislumbrar alguna conexión entre la muerte de Cristo y la antigua institución cultual. Sin llamar “sacerdote” a Cristo, usa categorías cultuales del Antiguo Testamento para exponer su doctrina cristológica.

El cordero pascual, escogido sin mancha para simbolizar la pureza de la víctima, sirve de término de comparación para Cristo, incluyendo el aspecto sacrificial: “Cristo, nuestro cordero pascual, ha sido inmolado” (1 Cor 5,7). La imagen del cordero se divulgó tanto que se emplea en 1 Pedro 1,19, se hace central en el Apocalipsis y el evangelista Juan llega a ponerla en boca del Bautista ya en los primeros albores de la vida pública de Jesús, aunque quizá más en referencia al Siervo de Yahvé (Is 53,7) que al cordero pascual.

Para san Pablo, la sangre de Cristo obtiene el perdón de los pecados, y así el “propiciatorio” o cubierta del arca del Antiguo Testamento, donde el sumo sacerdote derramaba la sangre de la víctima para obtener el perdón del pueblo (Lv 16), pasa a ser símbolo de Cristo en la cruz (Rom 3,23). En Ef 5,2 se compara la entrega de Cristo a la víctima de olor agradable que se ofrecía a Dios en la antigua alianza.

En el capítulo 17 del Evangelio de Juan pronuncia Cristo la llamada “oración sacerdotal”; aunque el término no aparece en el texto, al orar por la consagración de los suyos, el Señor actúa como sacerdote, aunque no ritualmente, conforme a la índole de su sacerdocio, que veremos más adelante.

También san Lucas atribuye a Cristo un gesto de sabor sacerdotal. En el relato de la ascensión, Cristo resucitado bendice a sus discípulos; comparación implícita con el sumo sacerdote judío que, después del sacrificio, alzaba las manos para bendecir al pueblo (Lv 9,22; Ecloo 50,20).

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