CAPÍTULO I
I
1. Nuevo plan.
Con Abrahán empieza Dios su nuevo plan para salvar al mundo entero; le promete que todas las familias del mundo usarán su nombre para bendecirse (Gn 12,3); alborea la esperanza. Dios quiere destruir el mal, pero sin destruir al hombre; elige a Abrahán para penetrar en la humanidad pecadora e irla liberando de la maldición primera. Su obra se abre camino lentamente, incorporada en la historia de un pueblo.
Pero el propósito oculto de Dios, el modo como iba a realizar la salvación, se revela sólo con Cristo: su sangre en la cruz ha de crear la paz en el universo entero y así quedará el mundo reconciliado con Dios (Col 1,20). El designio secreto de Dios, que debía realizarse cuando madurasen los tiempos, “era llevar a la unidad el universo por medio de Cristo, lo terrestre y lo celeste” (Ef 1,10).
Todos los hombres, por tanto, lo sepan o no, encuentran su vínculo de unidad en Cristo. La unidad es el designio de Dios para el mundo; su instrumento es la historia.
Unidad entre los hombres significa paz. Vocablo maltratado en nuestros días, sinónimo a veces de mera ausencia de conflicto armado y compatible con el duelo económico o la guerra fría entre bastidores diplomáticos. En su sentido pleno, de que aquí se trata, paz significa algo más que cesación de hostilidades o incluso que concordia; equivale a plenitud de vida y comunicación humana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario