domingo, 20 de septiembre de 2009

CAP.I.I.2. Proceso del pecado.

Cap.I.I.2
Proceso del pecado.

En Rom 1,18-32, invectiva apasionada contra el paganismo de su tiempo, san Pablo describe los efectos del pecado. Según su interpretación teológica, éstos se encadenan en un proceso que comienza por la ruptura con Dios. Incrimina a los paganos de no haber reconocido al Dios verdadero, no obstante la evidencia que Dios mismo les había puesto delante (1,19); y consecuencia de rechazar a Dios fue dar culto a la criatura, cambiando al Dios verdadero por uno falso (1,25).

El dios falso es el hombre mismo, que proyecta al exterior sus propias facultades o energías y las materializa en una estatua, institución, slogan o ideología. Este es el ídolo que plasma su alienación, lo erige en valor supremo y rinde homenaje a ese dios, obra de sus manos, futilidad, vacío.

La etapa siguiente es la ruptura con el prójimo; volver la espalda a Dios desemboca en la hostilidad contra el hombre. La lista de maldades que acumula Pablo es aterradora: “injusticia, perversidad, codicia y maldad; plagados de envidias, homicidios, discordias, fraudes, depravación; son difamadores, calumniadores, hostiles a Dios, insolentes, arrogantes, fanfarrones, con inventiva para lo malo, rebeldes a sus padres, sin conciencia, sin palabras, sin entrañas, sin compasión (1,29-31).

Esta depravación se atribuye a “su falta de juicio”, causada por su negativa a Dios (1,28). El pecado altera la visión, deformando la realidad de uno mismo e impidiendo ver el mundo como es: el ojo está enfermo (Mt 6,22-23). Trastrueca los valores y hace aprobar el mal; “conocían bien el veredicto de Dios, que los que se portan así son reos de muerte, y, sin embargo, no sólo hacen esas cosas, sino además aplauden a los que las hacen” (1,32).

Señala también san Pablo la etapa de la justificación intelectual del error, que elabora sofismas intrincados para apoyarse: “Su razonar se dedicó a vaciedades… pretendiendo ser sabios, resultaron unos necios, que cambiaron la gloria de Dios inmortal por imágenes de hombres mortales, de pájaros, cuadrúpedos y reptiles (1,21-23).

Este pasaje de la Carta a los Romanos muestra la actividad destructora del pecado: rompe la relación con Dios, ofusca el juicio, aliena al hombre haciéndolo idólatra y emponzoña con el fraude y el crimen la sociedad humana.

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