lunes, 7 de junio de 2010

III. PAPEL DE LA LEY.

La liberación respecto a la Ley efectuada por Cristo responde a las dominantes psicológicas que va adquiriendo el hombre. El sentido de libertad y dignidad propias, tan vivo en nuestros días y tan irresistiblemente creciente, engendra desconfianza hacia todo código moral transmitido por tradición. Someterse sin más a normas enseñadas parece un infantilismo inaceptable; el hombre quiere ser libre para construirse sus valores morales.

Todo lo que huela a autoritarismo es sospechoso, y muchos incluyen la ley moral entre las estructuras autoritarias. Hay otros, sin embargo, que encuentran en la ley explícita y minuciosa unas muletas para su debilidad, como lo hemos visto en el párrafo anterior a proósito del partido observante que aparece en la Carta a los Romanos. ¿Cómo proceder con esta clase de personas? Con todo respeto a los sentimientos individuales, sería, no obstante, imprudente y nocivo mantenerlas en tal situación, que en el fondo revela una fe insuficiente. Si es misión de la Iglesia hacer madurar al hombre, debe procurar con suavidad que aprenda a andar solo, evitando el peligro de una atrofia muscular.

El problema puede plantearse en estos términos: ¿Cuál es la actitud del cristiano ante la ley moral, si el único principio de vida es el Espíritu?

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