viernes, 11 de junio de 2010

Ley científica y ley moral.

Pasa en lo moral algo semejante a lo sucedido en el terreno de la ciencia. Tras innumerables crisis sufridas al tropezar con nuevos datos, las leyes científicas no se conciben ya como principios inmutables, sino como hipótesis de trabajo, siempre sujetas a verificación y rectificación. En presencia de un fenómeno antes reputado "imposible", la ley se ve forzada a cambiar de enunciado. Es una ley humilde en su búsqueda, no un oráculo pretencioso. También en lo moral hay que reformular el antiguo concepto de ley; si para el cristiano no es aceptable el código legal que provea soluciones desencarnadas, la comunidad y el individuo necesitan, sin embargo, registrar la experiencia pasada y presente respecto a ciertas materias de decisión, para que aconsejen en las opciones que vayan surgiendo. La ley es guía, dispuesta siempre a ser rectificada o mejorada según la nueva experiencia de fe en un mundo cambiante. No es un coco para niños, sino un recurso para adultos. Es miembro participante en la deliberación, y representa la continuidad en el proceder del grupo; pero se retira cuando se aducen datos que rebasan su horizonte; se llega entonces a una excepción o, si es el caso, a una reformulación de la ley. EL código es consejero; y el consejo denota saber y experiencia compartida en la amistad, no orden indiscutida de un superior. La ley no está autorizada a imponer su peso anticipadamente, sino a dialogar para llegar a un resultado.

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